¿Retroceso o ajuste? El debate sobre el fin de la era remota en Chile
El pasado 13 de agosto, Emol publicó la nota “¿Fin de la era remota?: 9 de cada 10 ofertas laborales en Chile son presenciales y expertos analizan tendencia”. El artículo recoge un análisis de Trabajando.com que reveló un dato contundente: el 87% de las ofertas laborales en Chile hoy exige presencialidad, mientras que solo un 1,9% contempla teletrabajo. La cifra sugiere un retorno marcado hacia esquemas tradicionales, tras el auge excepcional que tuvo el trabajo remoto durante la pandemia.
¿Qué opinan los trabajadores?
Aunque no existen encuestas recientes en Chile sobre este tema, en el resto del mundo hay evidencia consistente de que los trabajadores siguen considerando el teletrabajo como una alternativa muy atractiva. Una encuesta del Angus Reid Institute en Canadá (julio 2025) mostró que tres de cada cinco trabajadores preferirían modalidades remotas o mayoritariamente desde casa, y que un 24% incluso dejaría su empleo si se le obligara a volver a la oficina a tiempo completo. En Canadá, como en Chile, varios empleadores ya han implementado mandatos de retorno presencial.
Para Jeanne Lafortune, directora del Núcleo Milenio sobre la Evolución del Trabajo (MNEW), este escenario evidencia una desconexión creciente entre las prioridades empresariales y las expectativas de los trabajadores: “Mientras las compañías valoran el regreso a la presencialidad, los trabajadores siguen considerando el teletrabajo como un beneficio muy atractivo. El problema es que las preferencias de los trabajadores hoy pesan menos en un mercado donde las empresas no están tan urgidas por atraer talento como hace algunos años”, explica.
El análisis de Emol subraya que la presencialidad responde a factores operativos, culturales y de liderazgo. Sin embargo, como advierte Jeanne, esta mirada deja en segundo plano la voz de los trabajadores, que continúan valorando la flexibilidad como un pilar de su calidad de vida. Para la investigadora, lo que ocurre no es solo un “ajuste natural” tras la pandemia, sino una tensión estructural: de un lado, empresas que buscan mantener control, cohesión y cultura organizacional; del otro, trabajadores que demandan mayor autonomía y conciliación entre la vida personal y laboral. Este desfase revela que la conversación sobre el futuro del trabajo está aún lejos de resolverse.
Productividad vs. pertenencia
Para Jeanne, esta tensión se origina en la persistente asociación empresarial entre productividad y presencialidad: “Tener equipos que nunca interactúan presencialmente puede generar costos en cohesión, pertenencia y coordinación. Pero eso no elimina que para muchos trabajadores el teletrabajo siga siendo visto como una forma de compatibilizar vida y empleo”, añade.
En otras palabras, mientras las empresas enfatizan los riesgos culturales del trabajo remoto, los trabajadores destacan sus beneficios individuales. El resultado es un terreno de negociación todavía inestable, en el que ninguna de las dos perspectivas logra imponerse por completo.
Tanto en Chile como en Canadá, los empleadores defienden el retorno a la oficina como una manera de fortalecer la cultura organizacional, la interacción social y la supervisión del desempeño. A la vez, los trabajadores valoran las ventajas del teletrabajo en términos de comodidad, ahorro de tiempo y conciliación familiar. En ambos contextos, la fricción se concentra en la percepción de productividad: mientras las empresas dudan de la efectividad del trabajo remoto, la mayoría de los trabajadores con experiencia remota afirma sentirse igual o incluso más productiva desde casa.
Una clave para comprender esta dicotomía surge desde la investigación académica. Bloom, Liang y Roberts (2013) hallaron importantes beneficios al permitir que trabajadores de un call-center realizaran sus labores desde el hogar: aumentó tanto la productividad como la satisfacción laboral. Sin embargo, estudios posteriores han mostrado resultados menos claros, destacando que los costos de comunicación explican gran parte de los efectos negativos del teletrabajo sobre la productividad. Más recientemente, Emanuel y Harrington (2024) plantean un punto adicional: los trabajadores menos productivos tienden a preferir con mayor fuerza el trabajo remoto. Bajo esa lógica, algunas empresas pueden utilizar la presencialidad como un mecanismo de señalización para identificar a los empleados más productivos.
Hacia un modelo híbrido con límites
De cara al futuro, Jeanne sostiene que el modelo híbrido se perfila como la opción más realista, aunque con restricciones importantes:
“Incluso en esquemas híbridos, las empresas buscan que los días de presencialidad coincidan entre los equipos, lo que reduce la flexibilidad real y resta atractivo a soluciones como el cowork”, comenta.
En definitiva, los casos de Chile y Canadá muestran que no estamos ante el “fin de la era remota”, sino frente a un reacomodo de equilibrios entre productividad, bienestar y cultura laboral. La manera en que empleadores y trabajadores negocien estos balances será clave para definir la próxima etapa del mundo del trabajo.
Investigadora
Jeanne Lafortune es profesora titular del Departamento de Economía UC y directora del Núcleo Milenio sobre la Evolución del Trabajo. Su investigación se centra en economía laboral, desarrollo y economía de la familia, con énfasis en cómo los mercados matrimoniales, las leyes familiares y el cambio tecnológico afectan las decisiones económicas. Ha trabajado también en temas de seguridad laboral, ahorro y flexibilidad en el mercado del trabajo, utilizando métodos experimentales y evaluaciones aleatorias. Doctora en Economía del MIT, es además directora científica de J-PAL LAC y ha colaborado activamente en iniciativas globales de investigación y formación del mismo centro.